Las melodías que acompañan el momento son más importantes de lo que crees.
Fue durante una borrachera, hace muchos años.
La gente ya había abandonado el bar y quedábamos unos cuantos en la mesa. Una amiga, sentada junto a mí, me susurró al oído que la llevara a mi casa. No pude negarme.
Llegamos tropezando y sin escalas a la cama.
Nos quitamos la ropa y, de la nada, hizo una súplica.
-Pon música -gimió. – ¿Música? ¿Ahorita? Es tardísimo -respondí. -Por favor -dijo al borde del berrinche.
Afortunadamente, mi compañero de piso no estaba en el lugar, así que conecté mi iPod a unas bocinas portátiles.
-¿Qué quieres escuchar? -indagué, mientras recorría el interminable catálogo.
-No sé, lo que quieras.
Su respuesta fue una provocación a mi libido. En lugar de enfocarme en dar un buen rendimiento sexual, mi cabeza se centró en encontrar la canción perfecta para intensificar el momento. Cientos de artistas circulaban por la pantalla del hoy arcaico aparato y yo me volvía loco evocando el repertorio de cada uno. Miré a mi amiga. Había empezado a roncar. Opté por una lista de reproducción que no había sido elaborada para tales fines y regresé a la cama. En ese instante, como si le hubieran inyectado adrenalina en el corazón para resucitarla igual que a Uma Thurman en Pulp Fiction, se me abalanzó.
-Gracias -exclamó al posarse sobre mí.
Nunca, hasta ese momento, la música había sido una condición necesaria para estimular a alguien. Antes ya lo había hecho, pero se trataba de “coincidencias” premeditadas.
Pero ahora resulta que el sexo y la música están mucho más relacionados de lo que imaginaba.
Un estudio patrocinado por la empresa Sonos -dedicada a la fabricación de aparatos inalámbricos-, afirma que la gente que escucha música sin audífonos tiene más relaciones sexuales. Para comprobarlo, la compañía instaló bocinas en las casas de los participantes y les dio acceso a un servicio de streaming.
También los dotó con dispositivos para medir sus pulsaciones y pasos, además de colocar sensores de proximidad para identificar su ubicación dentro del hogar.
Los investigadores concluyeron que la música de fondo incrementa la actividad sexual en un 67%.
El neurocientífico Daniel J. Levitin, autor del libro This is Your Brain on Music: The Science of a Human Obsession y supervisor del estudio, declaró que los resultados coinciden con otras pruebas realizadas en laboratorio.
En ellos se ha comprobado que la música provoca un incremento de dopamina en el sistema límbico del cerebro -aquel que modula las emociones-, mejorando el estado de ánimo de los individuos. Levitin también confirmó que la música aumenta los niveles de oxitocina, la hormona responsable de ayudar a las personas a acercarse y crear un vínculo afectivo entre ellas.
Por su parte, un estudio publicado por la Universidad de McGill encontró que el poner música mientras se tiene sexo maximiza el estado placentero, ya que esta actividad, por sí misma, eleva los niveles de dopamina en el cuerpo.
Digamos que es como echarse un shot doble de esta mágica sustancia estimulante.
Finalmente, el Yamano College of Aesthetics de Japón investigó el impacto de escuchar música mientras se hace ejercicio.
Los resultados revelaron que quienes mezclan estas actividades sienten menos fatiga y, por lo tanto, se ejercitan por períodos más largos que quienes no las combinan.
Los científicos explicaron que la música nos ayuda a centrar la atención en la tarea física que nos ocupa, es decir, que nos distraemos menos con la sensación de incomodidad que pudiera surgir del esfuerzo físico.
Ahora ya lo saben: la próxima vez que hagan una playlist tengan en cuenta que ésta puede ser mejor estimulante que una docena de almejas o todo el chocolate del mundo.
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