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domingo, 19 de noviembre de 2017

Las dietas de adelgazamiento: esta es la principal evidencia científica

¿Cómo de debe ser una dieta saludable? ¿De qué podemos fiarnos?. La doctora Reina García Closas y Alejandro Lorente, proponen una serie de pistas

¿Cómo debe ser una dieta saludable? ¿De qué podemos fiarnos? La doctora Reina García Closas, autora de La dieta smart, y Alejandro Lorente, especialista en medicina natural, proponen en Emodieta. Controla tus emociones, controla tu peso (Salsa books) un nuevo método para enfrentarnos al sobrepeso y, lo que es más importante, a gestionar nuestras emociones con relación a la comida.

En uno de los capítulos del libro, los autores exploran cuáles son las evidencias científicas que conocemos sobre las dietas que nos pueden ayudar a adelgazar. Este es un extracto del mismo.

Muchos de los métodos para perder peso que se publican resultan poco adecuados por dos motivos. Por un lado, muchas de las dietas que salen al mercado, desgraciadamente, no basan sus aseveraciones en los conocimientos sólidos que aporta la evidencia científica actual, sino que se fundamentan en criterios arbitrarios o incluso en creencias clásicas que las investigaciones más recientes han demostrado falsas. El apego por lo clásico se ha convertido, pues, en un clásico: muchas personas se muestran reticentes a cambiar conceptos anticuados y se aferran a ellos, simplemente por una falsa concepción de seguridad en sí mismas. Por otro, la gran mayoría de los libros sobre dietas para adelgazar que han tenido impacto mediático en los últimos años son traducciones de libros escritos por autores anglosajones, o bien de otros países europeos, por lo que, con independencia de su efectividad y seguridad, no captan realmente la esencia de nuestra cultura y costumbres.

Por fortuna, existen muchas investigaciones y publicaciones científicas de calidad que tratan de averiguar los complejos mecanismos físicos y psíquicos que invervienen en el aumento y la pérdida de peso. Por ejemplo, se han hecho algunos estudios en los que se ha seguido durante 30 años a cientos de miles de personas para ver que comían y cómo lo que comían influía en su peso y en su salud. Todas estas investigaciones han arrojado mucha luz sobre este tema tan complejo. Como fruto de ello, hay ciertas evidencias científicas que comparte gran parte de la comunidad médica.

Un primer aspecto sobre el que hay un amplio consenso, en el que convergen los estudios de los mejores grupos de investigación del mundo entero, es que los componentes de la dieta que más favorecen mantener un peso saludable son, precisamente, los que forman parte de la dieta mediterránea tradicional. Lamentablemente, no es esta la dieta que seguimos actualmente en España y otros países de la cuenca mediterránea, sino que es la dieta que consumían nuestros bisabuelos antes de la “invasión” de los productos manufacturados, muy refinados y extremadamente procesados, que suelen provenir del mundo anglosajón y que hacen estragos en nuestro peso y en nuestra salud.

No es necesario volver al pasado

De esto no debe entenderse, por supuesto, que abogamos por un retorno a tiempos pasados. Hemos de ser realistas: la dieta debe ser atractiva, sabrosa, estar adaptada al estilo de vida actual e incorporar los nuevos conocimientos, técnicas culinarias y procedimientos de preparación y conservación de alimentos que la industria alimentaria pone a nuestra disposición. De lo que se trata es de poner en conjunción la tradición de nuestra dieta mediterránea y la realidad global en la que vivimos. Está claro que no nos vamos a poner a cocinar pucheros, cocidos y platos que requieran horas de cocción, tal como hacían nuestras abuelas, puesto que, además, de este modo se pierden muchos de sus nutrientes.

No podemos obviar, en definitiva, que vivimos en una sociedad cada vez más abierta y multicultural, y que lo inteligente sería sacar partido de todo lo positivo que ello pueda aportarnos. En relación con la dieta, existe una multitud de alimentos, condimentos y preparaciones culinarias procedentes de otras culturas –como la asiática, la latinoamericana o la nórdica– que no forman parte de la dieta mediterránea tradicional, pero que también son muy saludables y que podemos incorporar inteligentemente a nuestra alimentación habitual.

Por ejemplo, diversos estudios han demostrado que la dieta japonesa es, junto con la mediterránea, una de las más saludables. Se ha estudiado especialmente la dieta de Okinawa, un archipiélago famoso por la cantidad de personas centenarias que habitan en él. La dieta japonesa se caracteriza por ser baja en grasas y alta en pescado y vegetales.

De modo análogo, hay numerosos alimentos originarios de Latinoamérica que empiezan a ser habituales en España. Algunos de ellos poseen extraordinarias propiedades antioxidantes, como el açaí. Así, por ejemplo, podríamos incorporar a nuestra dieta algunos cereales muy ricos en proteínas de alta calidad (como la quinoa), o semillas muy ricas en omega-3 (como la chía). De los países nórdicos y centroeuropeos, a su vez, podemos adoptar los frutos rojos y sus panes de granos enteros.

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